Hoy 9 de
agosto se celebra el Día Internacional de los Pueblos Indígenas. En Guatemala no
puede negarse que el “racismo y la discriminación” dañan las relaciones
sociales e impactan en la economía del país. Con grandes desigualdades e
inequidades económicas, sociales y políticas, y ante la ausencia del reconocimiento
de hecho y derecho de ser un país multilingüe, multicultural y multiétnico, y prevaleciendo
el racismo y la discriminación como formas de visualizar a los pueblos
indígenas, Guatemala enraíza en su sociedad desde el actuar de la familia fenómenos
que tanto daño le hacen.
Teóricamente
se reconoce la existencia de 4 pueblos que cohabitan: Maya, Garífuna, Xinca y
Ladino, lo cual no significa que precisamente cohabiten, por las visiones que
se tienen de los Pueblos Indígenas, desde el punto de vista de la explotación
comercial, para cierto grupo de empresarios se reconoce “el folkor” de los
Pueblos Indígenas, en tanto representa ingresos económicos vía el turismo,
aunque en la práctica sean racistas y discriminatorios. Según datos del
Instituto Nacional de Estadística, la pobreza en los indígenas es de 74% en
tanto que en ladinos es de 38%. Apenas un 1.1% del presupuesto del Estado se
destina para Pueblos Indígenas, especialmente en temas de educación, “cultura y
salud”.
Con estas
diferencias (inequidad y desigualdad) ¿a qué se le llamará “celebración”?
cuando el Estado se olvida y abandona a más del 40% de su población, lo mantiene
en condiciones de pobreza y pobreza extrema, sin acceso a los servicios
básicos: salud, educación, infraestructura, en lo económico sin acceso a
créditos, programas y proyectos productivos. Podemos decir que es un buen
momento en el que los Pueblos Indígenas alcen la voz de protesta y lucha en
torno a exigir el cumplimiento de los Derechos Humanos, Económicos y Sociales
como mínimo y dejar de ser únicamente parte del folklor del país, asignando un
presupuesto real para la superación de las condiciones actuales de marginación
en las que tanto a nivel personal como pueblo vive la población indígena del
país.
Es un
momento de pasar de población folklórica a sujetos, donde el Estado y los
poderes económicos reconozcan la diversidad étnica, cultural y multilingüe como
una fortaleza y no como un obstáculo para el desarrollo, es un reconocimiento
de la persona humana, no del objeto,
significa dar el paso de la retórica discursiva a la acción, eliminando todas
las prácticas y formas de discriminación y racismo que se derivan desde la
familia y se reproducen en la educación.
En este
país hay que denunciar las prácticas discriminatorias y racistas, que son situaciones
que limitan el ejercicio político, ciudadano, económico y cultural de la
persona y los Pueblos Indígenas. Así como denunciarlas, no ejercer ni ser
partícipes de dichas prácticas, en tanto exclusión y marginación y sobre todo
limitar el derecho a una vida digna, el reconocernos como un solo pueblo, y no
ser parte del engranaje institucional y social que sobre la discriminación y el
racismo construyen su bienestar.
Demetrio Pérez Ordoñez
Demetrio Pérez Ordoñez
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