domingo, 12 de julio de 2020

Esa extraña terquedad del cine


Tengo ya varias semanas de soñar con el cine, no el cine como arte, si no el cine; esa sala enorme y moderna que ha ido mutando de lo antiguo y tenebroso a esa sensación de automóvil lujoso. Yo iba, es decir, he ido desde hace tanto que he visto los inicios, desde el proyector enorme de embobinados, rollos igual de enormes que en sus latas don Arturo transportaba de una sala a otra en un carrito de ruedas pequeñas y bulliciosas; hasta el hoy, moderno, derrochador, un lujo sin maculas.
Una tarde el sistema de aire generó un efecto devastador en mí ilusión de días: recién iniciada la función empezó a expulsar sobre nosotros, embelesados espectadores, bocanadas de nubes confusas, efecto que suscitó en la concurrencia un grito de fuego. Instintivamente el resto grita lo mismo yendo como locos en busca de algo que ya no recuerdan, y se agolpan incomodándose en la semioscuridad, buscando sin encontrar lo que ya conocían. No te muevas, dijo el abuelo, no es fuego, es polvo. Si aquello hubiese coincidido con la escena, habría sido el efecto más real de todos, no en ese teatro viejo y mal cuidado, si no en la historia del cine.
Ahora, digo en estos tiempos, desde hace unas semanas, a la misma hora, justo antes del despertador, una evocación repetitiva de Woody Allen, no un recuerdo como tal, un algo que fue un sé que entre sueño y deseo, entre deseo y paramnesia; despierta esa sensación de extravío que luego huye dejando todo el terreno a la felicidad, y no lo digo como una palabra, no como un sentimiento reprimido, si no la felicidad, esa congruencia de sensaciones que no se olvida y que de pronto aparece en medio de la tormenta, de los aguaceros irrefrenables de la vida.
Y si bien es cierto que rayo las lindes de la estupidez, no me avergüenzo, pues acá, en este encierro, cualquiera puede ver las películas que desee. Sin embargo, esa simbiosis que forman la pantalla grande, los asientos de respaldo alto, las tenues luces azules en el piso, los pasillos llenos de gente que conversa mientras come palomitas y camina tan rápido como puede, y el cine como tal, arte maravilloso, enredadera de sueños; ese conjunto de elementos es sin duda lo que todos nombramos llenos de felicidad cuando decimos, por ejemplo: “esta tarde iremos al cine.”
Y cada vez siento, es decir, percibo en mi al Lucio Medina, personaje de un relato que le escuché a un hombre alto y barbado, luchando todo el tiempo con las erres, en el Subte de buenos aires. Y se lo escuché de principio a fin, sabiendo que iba más allá de lo desconocido, desde Juramento hasta Agüero, pasando por Callao, bajándome en Catedral para preguntar estúpidamente como regresar a Palermo. El hombre lo contó de principio a fin con una cadencia tal y un ritmo de capítulo 7, profanando recuerdos como si nosotros, los que le escuchamos fieles de principio a fin, fuésemos personajes atrapados aún en los mundos del 138, capitulo lejano, extraviado, casi, en la vida de nadie; lo narraba a viva voz como si de cierto hubiese tenido el mismo libro metido en los ojos. Y mientras leía a la nada veía hacía arriba de la puerta, asido del tubo, bamboleándose, con la mirada fija en el mapa. Levantando la voz cuando se hacía imprescindible resaltar ciertas partes, como: “Por si le es útil a la distancia, por si aún anda vivo en Roma o en Birmingham, narro su simple historia con la mayor cercanía posible.”
Lo recordé inmediatamente, todas las veces, luego de reaccionar ante aquel hecho inexplicable, mezcla de sueño y deseo, de deseo y paramnesia; recordé esa parte donde Lució miró el programa impreso sin encontrar más mención que la de las películas proyectadas y los programas venideros. Y me sentí él, el Lucio ese que se perdió en un teatro que ahora sería viejo, entre sonidos de una banda de alpargatas, una banda femenina, que lo dejó tal y como yo regresé, todas las veces, de esa mezcla de sueño y recuerdo, de recuerdo y paramnesia, lleno de sorpresa y maravilla.
No sé, es imposible saber la duración de un fenómeno tal, y es allí donde, no refiriéndome al fenómeno sino a lo vivido en él, que he comprendido la relatividad del tiempo. Pero al final de todo no importo yo, ni Lucio, si no esa especie de interfaz que pone sobre la mesa una imagen, un sonido, un sentimiento, y que al final, como parapetada detrás del narrador, me narra de esa forma discreta, rebelde, pacifica, pero ante todo sencilla, la unión de dos vidas que no tienen posibilidad de coexistir, sin que los hechos de cada quien se revienten en el absurdo, porque no tengo la menor duda que él, Lucio Medina, hombre del 47, viviendo una época escasa de novedades, haya quedado como yo, atrapado en ese periodo de tiempo incalculable, dentro de esa misma mezcla. No lo dudo, porque a veces la vida de un hombre es la vida de otros; aunque en apariencia distintas, lejanas, imposibles, existe el riesgo de un inicio y un final que se unen cada vez para pasarse y decirse algo que cambia leve, algo que vuelca la historia. Y quizá esa parte sea el nudo, cuando despierto descubriéndome en la sala con la sensación de Woody Allen y Lucio Medina, principio y fin, mezcla de sueño y deseo, de deseo y paramnesia.


Renato Buezo

miércoles, 4 de marzo de 2015

El reto de Axb y Esj. Esta vez... Enrique Soria

Creo que era predecible escoger una canción de Pink Floyd. Sin embargo aunque el Dark Side of the Moon es uno de mis discos de cabecera. Nunca he disfrutado tanto una canción de ellos como cuando se coloca como fondo en la secuencia de Jupiter and Beyond, de 2001 a Space Odisey de Sanley Kubrik.
Tengo en mi poder un remix completo de la película realizado por un tal Marcosrtone. Lo conservo como una de mis más preciadas joyas. Viajar en avión, encerrarse en un cuarto oscuro, fumarse un cigarro, estar sentado a la orilla del lago de Atitlán al atardecer, casi cualquier escena relajante y poner esta pieza de fondo es revitalizante.
Recuerdo que una vez platicando con El Tortugo sobre esta rola me dijo --Estás listo ya para el siguiente paso y me obsequió copia de los discos de Camel.
Siguiendo con este ejercicio que me parece muy bueno, que me recuerda a los tiempos de bloguero. Invito primariamente al Máster Jedi El Tortugo como primera instancia para que continúe con el ejercicio. En segunda instancia a Julio Renato Buezo Pérez, sólo por el gusto de leer sus letras y en tercera instancia a Feliciano Leiva Estrada, por esas largas tertulias universitarias sobre progresivo y literatura.
La idea que durante tres días compartan 3 rolas significativas y cada uno de esos días inviten a 3 personas distintas a participar.
Luego de semanas de largas y extenuantes jornadas laborales, estos quince minutos que me tomó disfrutar estas líneas y las notas de fondo, han sido la mejor laguna para mi esparcimiento y goce mental. Viva la música, la literatura y el cine.
P.D. Les dejo el vínculo para que descarguen la lica:https://www.dropbox.com/…/jl5tyf…/AABouOcDEoY81eFgjICZ4m4ga…
This is the perfect matching sequence from Stanley Kubrick's, 2001: A Space Odyssey, with the soundtrack by Pink Floyd, using "Echoes" from the album Meddle....
YOUTUBE.COM

lunes, 1 de diciembre de 2014

La Isla de la Fantasía

Mis queridos huéspedes,
soy su anfitrión el Sr. Roarke,
bienvenidos a la isla de la fantasía.

Esta sería la frase perfecta,con ella debería de recibirse a los Animales de Proyecto cuando arriban a la Isla. Cada quien viene por un sueño, una fantasía que cumplir. No hay un Ricardo Montalván pero sí un Puertorriqueño que bien le caería el papel.
Poco queda, por no decir nada, de lo que en el 2005 enviamos a la isla. Tampoco está ya el original contenedor que servía de laboratorio. Uno nuevo lo reemplazó por allá del 2010. Quedan sí, muchos de los que en aquel momento vinieron por primera vez o de los que ya estaban en la isla cuando venimos. Aquellos de la herencia de CBI y los años dorados de la fabricación de lo que es ahora la terminal. Ahora con bandera de GEC como constructores.
La terminal irá por los 13 millones de barriles de capacidad, si no es que más con los últimos tanques de la serie 70.Las calles siguen siendo las mismas angostas de siempre y el modus vivendi de los habitantes no cambia. Las cabras y las gallinas siguen siendo silvestres. Sigue saludándose desde el carro a quien se te ponga enfrente, aunque sea la primera y última vez que lo veás. Los cañones siguen apuntando al mar desde el fuerte y las ventanas de madera siguen siendo una belleza, al menos para mis ojos. El restaurante Chino sigue en el mismo lugar y el de hamburguesas también. Sigue tronando la bachata al terminar la jornada, y al ingresar al restaurante Chino me siguen ofreciendo las mismas TliJaineken, de siempre. Aunque ahora entre solo. El Daihatsu suplantó al Ford, pero tiene ese mismo olor a obrero que no puede con nada, por muchos arbolitos aromáticos que se le pongan, esa mezcla de sudor y petróleo, de trabajo duro y desvelo, de Heineken y Hennessy, de overol y casco, de Animal de Proyecto.
¿Qué hacer? No mucho. Beber cerveza, salir a correr, ver televisión y (ahora que hay internet) comunicarse con la familia allá en Venezuela, Perú, Guyana, Argentina, Trinidad, o Centro América de donde proviene la mayoría. Eso es lo que hacen los expatriados que tienen la oportunidad de venir a trabajar acá. Gerentes de Proyecto, soldadores, bodegueros, electricistas, operadores de grúa, etc.
Los viernes, día de pago. La locura por la tarde. Ir al comercial para abastecer la alacena, enviar la plata a la casa, beber cerveza y visitar a las trabajadoras sociales que tuvieron que aprobar para disminuir el estrés de los animales de proyecto enclaustrados en esta suIsla de la Fantasía.
Aunque no lo crean Tatoo vive acá, claro que de francés tiene nada más el vocabulario y lo agrandado.HervéVillechaize acá se hace llamar Tun Tun, que para ser un Escuintleco le asienta mejor que Hervé.


Proyectos más, proyectos menos, este será el devenir de la isla con sus apenas 21 kilómetros cuadrados, que cada fin de año llega a su etapa final de trabajo como sucedería en la serie de televisión. El Animale de Proyecto que le toca descanso de fin de año, luego de períodos de hasta diez meses subirá al avión con las maletas cargadas de añoranzas, de emoción por encontrarse de nuevo con la familia, una locioncita para la mujer, unas playeritas para los patojos, un aparato para medir la presión para la mamá, una picardía para la casera, un par de lentes oscuros y la esperanza por ser elegidos nuevamente para el próximo proyecto. Para estar en el lineupde algún Mefistófeles para abordar el DHC-6 Twin Otter 300 que los traerá a la Isla, piloteado aunque sea por el fantasma del mítico Capitán Pipe, un pionero e histórico aviador por estos lares, por aquello de que les toque hacer escala en la isla de Saba.
Unos regresarán en enero, otros nunca. Aunque esta isla tiene algo, un vínculo con cada trabajador que ha venido. Eso lo supe cuando me despedí la primera vez que regresé a casa, con unas líneas algo trilladas de despedida. El Administrador de esetiempo, un gran tipoél, a todamadre, se sonrió y me dijo: “Statia had something, if she likes you, you´ll be back in one way or another, and you seems like a Statia man, so, see you next time”


Edwin Enrique Soria Juárez

sábado, 10 de mayo de 2014

Extracto de una charla con el cineasta guatemalteco Rodolfo Espinosa

Quizá esta tendencia mía a entrevistar quijotes, se deba a que en el fondo no me atrevo a dar el paso. ¿Acaso vivimos la vida exagerada de Martin Romaña? ¿De dónde llega el empecinamiento? Chofo tiene esa figura desgarbada de aquel que se levanta pensando en algo que está más allá de él. De lejos, pareciera que va caminando por allí, repitiéndose aquello de: Sucede que me canso de ser hombre. Sucede que entro en las sastrerías, y en los cines; marchito, impenetrable, como un cisne de fieltro, navegando en un agua de origen y ceniza. El artista va nutriéndose sin saberlo, y de pronto termina allí, diluviando vida, con la mirada apenas, como cansada, como queriendo ver cerrando los ojos. Lo más impresionante del arte, es ver al artista en su lucha contra el mismo, y superarse. Quizá exagero ahora, pero veo a Chofo en esa lucha. 

Esta charla es apenas un extracto de algo que duró varias horas. Rodolfo Espinosa, Chofo, es un artista polifacético: músico, dibujante, actor, escritor, que se manifiesta a través del cine.

Chofo ¿para vos qué es el cine?

La definición de cine para mí se ha ido armando a lo largo de muchos años. En Nueva York estuve de meritorio en una productora. Todos los que trabajábamos de meritorios era porque queríamos hacer cine. Al inicio, cuando nos preguntaron por qué, yo dije que por arte.  Entonces un estudiante de cine de una de las escuelas de Nueva York, respondió un tanto molesto confrontando mi respuesta. Dijo que el cine es un montón de trabajo, y que lo que uno se imagina que va a hacer, al final termina siendo otra cosa con las manos de otro montón de personas, por lo tanto no se puede apreciar como obra de arte. Sin embargo yo me quedé con el sentimiento que me llevó hasta allá, y que me sigue moviendo. En él mi concepto de cine es un arte, definitivamente. En el cine están mezcladas la literatura, la actuación, la creatividad de armar un escenario para que se vean bien el encuadre y los colores, la fotografía, la música, entonces una película al final es un producto creado por varios artistas. Sin embargo el producto, lo que ves en la pantalla, creo que es más parecido a la literatura.

Definitivamente es un arte polifacético, en él van integradas distintas expresiones, cómo lo decís. Todo dependerá del tema y de la complejidad de la película. Y muchas de esas expresiones que mencionás, no tienen rostro, de modo que eso de polifacético se refiere a la acumulación de manifestaciones que dan como resultado la obra, que a veces ni siquiera da tiempo a pensar en ello. ¿Un director empieza dando sus primeros pasos en esas posiciones que no tienen rostro, que simplemente son parte de un todo?

Muchos entran a la escuela de cine sin saber a dónde dirigirse, la mayoría quieren ser directores porque es lo que más les suena, o actores. Por eso las carreras de cine tienen un área común al inicio, donde ves de todo. Luego vienen las ramificaciones o especialidades: sonido, fotografía, actuación, estructura del guion, etc. Pero no hay una que sea para directores, porque un director crece accidentalmente, se va conformando a lo largo del proceso por distintas herramientas que lo llevan a ser apto para la dirección.  En esa productora, la de Nueva York, trabajé no como cineasta, lo hice barriendo, cambiando focos, arreglando cables. No sé si todo director pasa por esto, pero sí puedo decir que a un porcentaje le ha tocado.


Vos decís que el resultado de todo, lo que vemos en la pantalla, es más parecido a la literatura. ¿Qué pasa con el inicio, con lo que está antes de todo? Lo pregunto porque aunque la obra no se escriba, se concibe y se va estructurando como cualquier otra historia. De modo que siempre empieza con un proceso creativo al que podríamos calificar como literario. ¿Cuál es tu opinión al respecto?

En una película contás una historia, de hecho un documental te cuenta una historia, ese es su recurso para enseñarte algo. Definitivamente la parte del proceso donde la obra está siendo pensada, ha de ser similar al de la literatura.

Una novela, por ejemplo, puede tener un proceso creativo espontaneo, y crecer desde una palabra, desde una frase. O puede ser el resultado de un pensamiento estructurado, de modo que la historia primero se construye en un pizarrón y luego va tomando forma por partes. ¿Cómo es el proceso creativo en el cine?

Es muy parecido. El proceso empieza con la película interna: ideas, imágenes, sentimientos que son parte de una estructura en formación. Cuando sacas esa primera impresión de tu historia, la debes empezar a pulir, básicamente la reescribís. Y en ese proceso manejas recursos como la duración de la película. El desenvolvimiento del o los personajes, si están reaccionando solamente, por ejemplo. Un personaje que se desarrolla bajo este concepto se mezcla con el fondo, termina siendo víctima de la historia. Los personajes que sí están accionando, que están generando cambios, son con los que un espectador se identifica, aunque al final de la historia fracase, o sea un antihéroe. Y claro, el uso de herramientas visuales, como un pizarrón, dibujar un esquema, un mapa mental, un flujo grama, todo es válido. Y sí en la narrativa puede iniciar desde una frase, en el cine la historia puede iniciar desde una imagen. Esa primera idea que se plasma es seguramente un bloque de hojas escritas donde están todos los elementos que conforman la historia, pero no están ordenados. Luego viene el manejo del resto de recursos, para lo cual se utilizan distintas herramientas y distintos métodos.

¿En las historias, hay estructuras definidas?

Definitivamente. El cine estadounidense normalmente funciona con una estructura probada con la que se obtienen los resultados de difusión que al final son plata. Lo comercial funciona bajo un patrón, es predecible, aun así algunas te parecen buenas. Pero hay que entender que están basadas en una forma, no en una fórmula, por eso a veces no funcionan. Y está el grupo de películas que a la mayor parte del público no le parecen tan buenas, o en absoluto no le parecen buenas; es porque no tienen ese patrón al que nos ha acostumbrado el consumismo. Eso no significa que sean malas, porque normalmente las estructuras diferentes a las comerciales exigen mucho del espectador, y ese reto al no ser superado termina en una apreciación errónea.

En conclusión: el principio y el final de la obra es literario.

Yo diría que los procesos son similares, y el resultado es una historia con estructura y por supuesto recursos.

Es lo mismo pero no igual

No, al final no es igual, pero el proceso es muy literario.

¿Cuál es el desarrollo general de un personaje?

Son cuatro puntos de giro. El primero es cuando el personaje ya tiene todo, o sabe que es lo que debe tener para lograr lo que quiere en la historia. Una película se trata de los pasos que debe dar para lograr eso. Luego viene el punto de no regreso, que es cuando el personaje está tan metido en lo que está haciendo, que aunque pareciera que no lo va a lograr, ya no puede volver. Ese es el punto medio de la película.
El siguiente ocurre cuando el personaje está frente a frente con lo que quería conseguir. Es el punto donde nos evaluamos como personaje, si somos o no capaces de conseguirlo, o de lograrlo con todo lo que se ha aprendido o vivido a lo largo de la historia. Luego viene la conclusión. Un personaje sale en busca de algo, está por caer, cae, se levanta, o en la caída encuentra, como sucede en la mitología griega, que en el hades deben enfrentarse a su némesis. Aquí vemos si el personaje vale o no la pena. Si la mano que le quitaron valió o no la pena. El personaje es la estructura de la película. No sirve de mucho construir entornos bien logrados, si el personaje no tiene fuerza.

¿En el proceso te ha pasado alguna vez, al llegar al final, donde te das cuenta que el personaje no funciona?  

Sí, tengo un montón de historias guardadas donde el personaje al final sigue siendo el mismo. Me ha pasado que tengo ideas bien de ahuevo, que después de un rato de desarrollo, o de contarlas a alguien, me doy cuenta que no está pasando nada, que el personaje solo está reaccionando. Ese no es el momento de contar esa historia, aunque el hecho de que ya esté plasmada en el papel es un paso adelante, porque cuando se vuelve a retomar ya te quitaste cosas de encima que no te dejaban. Un título, por ejemplo, puede ser una barrera. Si es tan bueno puede forzar a la historia en su dirección, pero la historia necesita tener su propio carácter, desarrollarse ella sola. Sí me ha pasado, por supuesto.


En Guatemala se suele decir que lo planificado no sale bien. Creo que es al contrario, lo planificado tiene muchas más probabilidades de salir bien que un evento, una obra, o una vida en desorden. Y sobre eso se dice que “en el camino se acomoda la carga”. Comúnmente, ¿cómo trabaja el cineasta en Guatemala?

En todas las películas donde he trabajado siempre hay cronogramas, tienen bien pensado lo que quieren hacer. En mi caso planifico, organizo, y eso me ha llevado mucho tiempo, un año por ejemplo. Aún así durante el rodaje toca improvisar, por una u otra razón. Pero ya lo tenés tan claro que la improvisación no es un riesgo. Y claro, hay situaciones como por ejemplo que no podes trabajar en una calle que tiene los elementos para cierta escena, entonces debes irte a la de la par e improvisar. O se suponía que no iba a estar nublado y se nubló.

Pasando a los ingredientes de la esencia. La muerte y la violencia  son temas repetitivos en el cine. Siempre lo han sido en la literatura latinoamericana. Pareciera que todo es influencia del entorno. ¿Es acaso que nuestras culturas nunca dejaran esa tendencia?

Jesús, es la historia más famosa y más comprada. Fue denigrado, ultrajado, asesinado por su verdad. Si esa es la  historia más efectiva, la que más impacta, la más vendida, es por lo tanto la que mayor influencia tiene sobre la humanidad. Por qué no vamos a contar historias donde un personaje está al borde de la muerte. Historias que incluyan la violencia con su contra parte, la no violencia. Tener un personaje que lo puede perder todo. Otro punto es que si queremos erradicar la  violencia, hay que exponerla.

La vida y la muerte son contrarias. El ser humano busca en su mayoría vivir bien. Claro, el concepto se ajusta a la idiosincrasia. Pero al final la preparación del ser humano, aunque se pase la vida evitando o ignorando la muerte, va enfocada hacia ella. ¿Es difícil reflejar eso en el cine?

Todo personaje muere y revive. O sea, muere metafóricamente. Se muere en el momento que enfrenta su miedo más grande, su reto más grande. Muere y revive porque después de ese momento trascendental en su vida, no vuelve a ser el mismo. Es algo de lo que habla Joseph Campbell, el mitólogo. Gracias a George Lucas muchos escritores, de películas, sobre todo, adoptamos a Campbell porque tiene mucho sentido el viaje del héroe.
En “Aquí me Quedo”, Paco mata a su secuestrador de una manera indirecta, en ese momento entiende la amistad que se formó a lo largo de un día y una noche, y la entiende como su verdad. Si no se muere Willi, la amistad no se hubiera concretado. Después de eso, con seguridad, Paco no volverá a ser el mismo.

Su mirada te dice que no volverá a serlo. Esa rabia que debe contener para no recriminárselo a la Cusi, para después abrazarla como nunca lo había hecho, es ese momento.

Y eso es parte de un proceso, el de la preparación hacía algo más grande que la vida, y eso es la muerte.

En cuanto a los géneros, el cine nacional tiene una tendencia a mezclar la comedia y la aventura ¿es eso relativo a nuestra cultura?

No solo relativo, también necesario. Porque no es el tipo de vida que llevamos, que calificamos como duro. Gran parte de este mundo, incluidas las naciones grandes, han sufrido más que nosotros. Relativamente hemos vivido poco. Las grandes guerras, por ejemplo, como la de sesión en Estados Unidos. Acá no ha habido guerras como tales. En la última pocos se involucraron. En el Salvador, por ejemplo, la gran mayoría estuvo involucrada. Eso significa que esa historia se transmite en todos sus aspectos a las generaciones que van llegando.


Y el sufrimiento también se hereda. Y eso te vuelve más consciente.

Sí, y nosotros no heredamos nada de nuestra guerra. Como país, por supuesto. Individualmente sí, encontrás mara que conoce esa parte de nuestra historia, que por lo menos la entiende. Y percibís su diferencia con el resto.
Como país vivimos mal, pero de ahuevo. Y estamos acostumbrados a reírnos de todo. Media vez no te pegue grueso, te reis; te reís del vecino, de cómo asesinaron a fulano, de los diputados, del presidente, aunque te caiga en los huevos. Te reís de todo, a veces sentís rabia, a veces te ahuevas, pero al final es típico que se saque un chiste, una parodia, y terminas riéndote. Cuando te reís tu cuerpo está aceptando. Entonces es relativo a nuestra cultura, pero también es una necesidad.

No tengo buena memoria, y por alguna extraña razón me quedó grabado el número. Eran tres los libros que leías cuando yo me volvía a perder en un “Japón heroico y galante” de Gómez Carrillo y por las noches saltaba junto a mis hijos a “Caramelos de menta”. Vos, entonces, leías “La tierra de Canaán”, algo de Crichton y el otro se me pasa por alto. Aun así, pregunto: ¿Que libros lee un cineasta?

Me encanta la historia. He tenido fijaciones, por ejemplo tuve un rollo con los piratas. Leía novelas, revistas, crónicas. Ahora estoy leyendo “El mono desnudo” de Desmond Morris, es un análisis zoológico del ser humano. Un libro de cómo escribir diálogos. “Los jinetes en el cielo” de Mario Roberto Morales. Uno de ejercicios de guion. Yo por lo menos leo todo el tiempo.

Eso me hace recordar una tarde en Coyoacán. Mi hermana vivió allá, por eso aproveché los fines de año. Las librerías son una locura, pilas de libros, tumultos de compradores. Ves lectores embebidos en el metro, en los parques, es común la lectura. Sin embargo una estadística que leí allí, en el Jardín Centenario, la tarde que te cuento, indicaba que solo el dos por ciento de los mexicanos son lectores. La referencia era más de tres libros al año. Coyoacán me hizo suponer por un tiempo, que el ochenta por ciento de los mexicanos eran lectores, y luego me dio una bofetada. Supongo que aquí serías parte de las unidades de mil, o estarías en números rojos.

Con que esos números no sean de plata, me conformo. Pajas, no me conformo, yo también quisiera que los lectores fuéramos más, que fuéramos la mayoría. Acá lee poca mara, pero gran parte de los que lo hacen, leen un montón.

Sí una buena canción es aquella que combina música, letra e interpretación. ¿Qué es una buena película?

Una buena película es la que te pone la piel chinita. Una buena película para mí puede no ser una buena película para vos, por muchas razones: nuestro tipo de vida, los colores, el timbre al que estamos acostumbrados. Creo que para que una película cierre el ciclo exitosamente, tiene que tener elementos que encajen con la situación que el espectador viva o demande vivir en ese momento.

¿Y técnicamente?

Depende del método que maneje el cineasta. Comparemos a Lars Von Trier con los hermanos Coen. Él trabaja con pocos recursos, las cámaras no son las mejores del mercado, a veces no usa iluminación, contrata actores método Meisner, solo les pone situación y los orienta por donde irse, y es muy bueno. Los hermanos Coen trabajan con guiones que tienen en proceso varios años. Trabajan con buen fotógrafo, buenos actores, no hay mucha improvisación. Los logros de ambos son buenísimos. Hay métodos de métodos.

En Guatemala el cine es un espacio cerrado, si no estás dentro y de cabeza, no estás. Siempre los he admirado, ante todo por su quijotada. Se quedan sin comer con tal de terminar la película. Y todo artista sabe que encontrar espacios para la obra terminada, conlleva una búsqueda ardua, que a veces dura años. ¿Miento, o digo la verdad?

No, no mentís. Decís la verdad. Esta casa fue de mis papás, la iban a vender, el primer comprador que apareció era un proyecto, el rollo era una pollera. Sin embargo el sueño de ellos era que le quedara a uno de sus hijos, somos cuatro. Ya la tenían divida, pero si no la íbamos a usar, tampoco ninguno estaba dispuesto a dar dinero para la manutención. Yo estaba en las últimas antes de venirme aquí. Iba a estar un tiempo nada más, en lo que conseguía un trabajo y me recuperaba. La pura guasa fue que para mis papás ese era un gran deseo, que uno de sus hijos se viniera para acá. Lo único que hice fue estar en la mierda para que me la dieran. En cuanto a plata no he logrado mucho. En todas mis películas me he quedado en cero, no he tenido ni siquiera quince pesos para comprarme los cigarros. En el colegio fui hasta melindroso, con este rollo me ha tocado comer lo que haya. Como en los viejos tiempos, el artista de ahora requiere de un mecenas, más en un arte tan costoso como el cine.

¿Se podría decir que hacer cine en Guatemala no solo cuesta, si no duele?

Bueno, a mí me cuesta, pero no me duele. Que haya varias productoras puede dar la impresión de que hay un montón de dinero listo para invertir. No es así, la mayor parte del tiempo cada una de ellas, está conformada por uno, el que la fundó. Y ese cineasta tiene un morongazo de trabajos que quiere hacer.

¿Qué es lo más difícil del proceso?

Estrenar.

¿Estrenar?

Sí, porque si no llegan a ver tu película es un fracaso, de nada sirvió todo el trabajo. Grabar no es tan pisado porque es a lo que uno se dedica. Escribir es un proceso que se disfruta, aunque a veces sea trabajoso concluirlo, o quedar satisfecho, pero es por lo que vivís. Planificar las tomas, y toda la parte técnica, es parte del mundo al que querés pertenecer. Entonces no es molestia, por lo tanto no lo sentís difícil. Lo complicado es como hacés para que compren tu película, para que paguen por verla, y no te la roben.

¿Te referís a la piratería?

Sí, a mí me tienen pirateado por cualquier lado con “Aquí me quedo”. Que tiene su parte buena, porque esa difusión no la conseguís tan rápido y tan fácil de otra manera. Otro punto es que no sabés si la película gusta hasta que la mara la vea. Yo la he armado a lo largo de varios años, puliéndola, y al final la veo y me gusta. El meollo es si va a gustar, si va a ser bien recibida. Es la inseguridad, no te la podes quitar. 


¿Cómo describirías la influencia de los cineastas cubanos en el país?

Creo que todo viene de la revolución. Los guatemaltecos admiramos a Cuba por eso, por ese momento de transición. Yo no estoy a favor ni en contra del comunismo ni del capitalismo, soy un hibrido, porque nada es absoluto. En cuanto al cine, directamente, Fidel Castro fue muy claro desde el principio en cuanto a su intención de financiar este tipo de proyectos. Tiene lógica, porque es la memoria visual de un país, y de allí viene la evolución. En Guatemala no creo que el cine cubano influya, son totalmente distintos. Sobre Casa Comal podríamos decir que está ligada con Cuba. En algún tiempo, no sé ahora, tuvieron intercambios entre escuelas.

¿Qué hacen esos cineastas guatemaltecos que han alcanzado logros significativos, y que desde hace algún tiempo desaparecieron?

Algunos sé que están trabajando en algún proyecto. El resto, bueno, yo por lo menos espero que no se detengan.

En la literatura ganar un certamen no es un referente, eso no significa, ni garantiza la calidad del trabajo. Las causas van desde aspectos tan ruines como la manipulación, hasta estrategias de mercado, ignorancia del panel de jueces, etc. Y claro, hay certámenes bien estructurados, donde la imparcialidad es inevitable, tienen procedimientos bien definidos, el panel del jurado está conformado por quienes saben y hasta son expertos en el tema. En el cine la mayor parte del público entendemos a los festivales como espacios abiertos donde compiten varios. Y cuando alguien logra salir de ellos con un reconocimiento o una mención, damos por hecho que ese trabajo es de una calidad indiscutible. ¿Cómo funcionan los certámenes en este arte?

Existe de todo. Hay festivales donde el cineasta puede conseguir un fondo para trabajar la película, y otros donde puede conseguirlo con el trabajo terminado. Hay cineastas que trabajan, como en la literatura, supongo, en función de los festivales. Es común que esos proyectos admitan películas o documentales de un género o tema especifico. Hay festivales políticos o sociales, financiados por ong’s, esos son círculos cerrados con una tendencia definida. En nuestro mercado esos trabajos normalmente no gustan. No puedo ampliarte mucho porque no lo sé, en realidad.   

Sé que antes de “Aquí me quedo”, hubieron trabajos de menor envergadura. ¿Cuánto trabajó Chofo para lograr la madurez reflejada en “Aquí me quedo”?

Mi primer cortometraje formal, escrito, pensado, pulido, lo hice en el 2001, se llama “La puerta.” Después mi promedio son tres trabajos al año. A “Aquí me quedo” lo anteceden veintisiete trabajos. Algunos son cortos de estudiante, otros los hice porque aproveché una cámara prestada, otros salieron de un ensayo, y otros pasaron por un proceso más amplio. Historias escritas hay mucho más, no sé cuantas tengo.


¿Cuándo te fuiste a Estados Unidos?

No me fui una sola vez. La primera me apoyó un familiar que vivía en Nueva York, ella había trabajado en “El silencio de Neto” haciendo utilería, algo de arte. Es más grande que yo, quizá diez años. Me pasaron su correo, le conté que tenía algunas historias escritas, que tal vez conocía a alguien que se interesará en producirlas. Me recomendó que lo intentara hacer yo, que no buscará a nadie. En ese proceso se dio cuenta de mi interés, y un año después, en el 2000, me ofreció un espacio en su casa para que estuviera algunos meses, y su ayuda para conseguir uno de esos lugares relacionados con el cine a donde podes ir a aprender. Sabía que si yo entraba a uno de esos lugares, no iba a trabajar como cineasta, me iba a tocar desde abajo. Pero ese era el camino para saber si de verdad yo estaba dispuesto a meterme en este rollo. No llevaba mucho dinero, eso era lo que más preocupado me tenía. Cuando llegué, en la noche, ya solo en el cuarto, me mareé de lo ahuevado cuando hice cuentas. Al siguiente día me llevó a un supermercado, casi me acabo el dinero. Compré un chorizo bien largo que me duró como un mes, comía solo eso y pan.

Pan, vino y salchichón, diría Sabina.

Igual, solo que sin vino. Pero bueno, no era tan malo. Volviendo al tema, me indicó a que páginas meterme. Clasifiqué cuales eran pagadas, a cuáles era difícil entrar, cuáles no. Apliqué a un montón, algunos me respondieron en el momento. Establecí contacto con uno que me citó al siguiente día. Fui y me quedé trabajando, ganando tres dólares representativos por hora. Significa que después de acumular cierta cantidad te pagaban con equipo. No me servía en ese momento porque tenía que sostenerme, entonces negocié para que me lo dieran en efectivo. Empecé de nada, y poco a poco aprendí a manejar el equipo. Era la productora de la que te hablé al inicio. También alquilaban equipo. Mi función después de un tiempo era preparar el equipo antes de salir, luego lo debía recibir y revisar. Como me tomaron confianza después de eso pase a ser asistente de producción, ya iba a las grabaciones. Cargaba chivas, ordenaba los cables, estaba pendiente del agua de los actores, cosas así. Cuando regresé venía con ese empuje que ha de tener la mara al salir del gimnasio, empecé a trabajar duro, y así sigo.

¿Y las siguientes?

La segunda vez fue en Filadelfia. Estaba saliendo con una chava, ella se fue, y yo la seguí. Busqué trabajo, me metí a la universidad del estado, no era una carrera específica, tomé cursos fuera de currículo. Uno de ellos era producción de video. El profesor me vio con mucho espíritu, eso significó ganarme un trato especial. Cubrí lo de dos semestres en uno. Él sabía que no podía meterme a estudiar cine, sabía que solo iba a estar un tiempo; por eso su ayuda estuvo enfocada en que me trajera la mayor cantidad de conocimiento posible. Allí trabajé documental. En el tiempo que estuve la mara acá estaba trabajando bastante, hubo un momento en el que ya quería regresar, quería venir a trabajar.

¿Y ahora dentro de tus planes está irte a trabajar a otro país? Como cineasta, por supuesto.       

No, yo quiero trabajar acá. Claro, he pensado en películas que se tendrían que desarrollar en otros países, pero Guatemala sigue siendo mi personaje principal. Estoy convencido que debo pasar antes por acá antes de cualquier otra cosa. Bueno, luego de Filadelfia regresé, estuve un tiempo. La tercera vez volví a los Ángeles, fue por un curso de Realización digital. No cine, fueron tres meses sobre lenguaje digital: que podes hacer, que no. Entender y aprender a manejar el equipo, cámaras, etc. Yo trabajo con digital, sin filtros ni otros recursos que le den otra apariencia al formato. El rollo está en cómo manejas las tomas, y en el proceso de edición.

Me veo obligado y regreso a las quijotadas. Además de director, ¿qué posiciones le toca jugar al cineasta en un mercado como el nuestro?

De entrada editor, creo que es lo más común. Fotógrafo, dibujante. Yo dibujo todas mis películas, porque me gusta. Y he dibujado para otras que no son mías. La planificación, también es otro rol. Con Mendel aprendí mucho de asistente de dirección. Como asistente tenés que resolver cualquier vaina: que el actor se quedó atorado en el tráfico, por ejemplo, entonces hay que proponerle vías alternas. Cualquier cosa que pareciera no tener nada que ver con el cine en sí, hitos que no están en la hoja de llamado, en la cual está plasmado todo el horario de trabajo, cuando entra, cuando sale, como llega. A qué hora debe entrar el perro, porque también incluís los recursos. En la hoja de llamado debe estar todo lo que se va a trabajar en ese día. Entonces sí, toca cubrir algo, lo que se puede, lo que no podes cubrir por medio de de algunos recursos.

¿En qué momento trabajaste con Mendel?

Cuando regresé de Filadelfia trabajé con él “La Vaca”. Menos el proceso de grabación, fue todo el trabajo anterior.


Sucede que en la vida del artista, las influencias van cambiando, eso es parte de la evolución ¿Cuáles han sido tus influencias? ¿Harías la lista con las obras o con los nombres de los cineastas?

Más con obras. Recuerdo poco a los directores. Una de las películas que hoy puedo decir fue de mis mayores influencias como creador, es la “Historia sin fin”. No sé quien la escribió, ni quien la dirigió. Luego “Robbin Hood”, Jurasic Park, porque después caí en los libros, y con Jurasic se desató una necesidad atávica por la lectura. Entonces fueron mis mayores influencias porque con la primera jugando armé tantas veces mi propia historia de la “Historia sin fin”, y con las otras me volqué a la lectura y en algún momento empecé a contarle historias a otros chavitos. Leí todo lo que pude encontrar de Crichton, por ejemplo. Y todo eso lo reinventaba y lo contaba, ahora ya perdí esa habilidad.

Fuiste una especie de James Barrie en los jardines de Kensington, o de esos contadores de historias que dicen existen en Colombia.

No, no, a tanto no llegué. A la que le conté un montón de historias fue a mi hermana. Y en las reuniones familiares me aprovechaba de todos los chavitos.

¿Y ahora, en la actualidad?   

Me gustan mucho los hermanos Coen, Spielberg. Suelo volver a la saga de la Guerra de las galaxias, aunque odio a ese gordo cerote.

¿Por qué?

Me arruinó a mí y a muchas otras personas. Cuando pude verlas en dvd y fui a los comentarios descubrí que “El imperio contra ataca”, y “El retorno del Jedi”, no fueron dirigidas por él. Puso el dinero y escribió las historias, y se metió de lleno en los efectos que es su rollo. El director de la mejor, “El imperio”, fue un genio. El resto de películas dirigidas por Lucas no son buenas, se enfoca en su engase que es el arte y los efectos, pero no en las actuaciones. Y para mí la vida, la esencia de una película está en eso, si un personaje no es real, si no transmite, la película no sirve. Y de niño siempre lo vi como el mejor director. Por eso. 

Aprovecho y hago la pregunta y llega desbocado un caso: Nicole Kidman fue para mí una actriz de actuaciones insustanciales, hasta que vi “Dogville” de Lars Von Trier. Entonces pensé que no era solo un desborde de belleza, había arte en ella. Por supuesto, ahora sé que debo ver “Las horas” y “Birth”. Y la pregunta es esa ¿Qué tanto influye el director en una buena actuación?  

Depende del mundo. En el cine profesional hay casos en los que los actores tienen un nivel elevadísimo, están tan bien preparados que para el director son muchas veces una ayuda, ellos proponen, pueden hacer una o dos maneras distintas en diez minutos. En el cine como el nuestro el director debe ser muy cuidadoso, porque puede matar u opacar una buena actuación, o puede orientar hacía una actuación pobre. En nuestro mundo hay actores de teatro muy profesionales, que cuando los ves en ciertas películas no te parecen de la calidad que esperás. Y no es porque sean malos, es porque los directores los han limitado. Jorge Ramírez, por ejemplo, tiene actuaciones pobres para la calidad de actor, pero en El Capitán Orellana Tessari ni lo tocó, y su personaje resalta sobre todos los demás por su actuación, aunque no está bien desarrollado en la historia. Un director si influye. Meterse con la actuación, o no meterse, o saber cuánto meterse, eso es en sí la influencia del director.    

Seguramente a Alfonso Cuarón no le costó mucho encontrar al personaje femenino para “Gravity”. Aunque hubo trabajos menores, fue en el 94 donde Sandra Bullock se hizo de un nombre con mayúsculas. “Speed” fue su trampolín. Esa interpretación, muy parecida, pero de menor calidad a la última, creo fue la referencia de Cuarón y su equipo. En nuestro cine, supongo, le toca al cineasta escoger a los actores en nuestro pequeño mundo deshabitado. Entonces ¿Cómo los escoge? ¿En donde busca?

Estudié un poco actuación. He trabajado a lo largo de todo este rollo con actores de la escuela de teatro, con mara que no tiene ninguna experiencia. Estuve en el rodaje de “Looking for Palladin”, allí pude ver el trabajo de actores muy profesionales, como Talia Shire, Ben Gazzara, que ha actuado con los hermanos Coen, el tipo brillaba. Esa experiencia me dejó mucho. Notabas que aún siendo quienes eran, se podía entender con claridad que individualmente habían trabajado un montón su papel. El director, Krakowski, no se metía, y aceptaba o discutía con ellos como trabajar la siguiente escena.

¿En cuanto a “Aquí me quedo”?

Hice casting, aquí en Guate y en Xela. Allá identifiqué a dos que podrían ser Paco y Willi. En ese entonces quería re-escribir la historia sabiendo quienes eran los actores. Quería saber cómo era su carácter, como hablaban, y no estaba muy convencido de los de Xela. Que sí salen en la película, todos los secundarios estuvieron en ese casting.


Entonces ¿cómo los encontraste? 
   
Una noche salí a la Maga, que todavía estaba en 4° Norte. El Gordo estaba tocando, después platicamos, y en ese proceso lo vi como un personaje, me convencía cada vez más. Mientras él hablaba yo me lo imaginaba como Paco. Ahora te reís, yo también, pero eso me pasó. En una parte de su conversación me dije en silencio: Sí, este es el Paco que busco. Le tiré la pedrada y aceptó.
En ese mismo lugar encontré a Willi. Le dicen Andy, es bien expresivo, eléctrico, y mientras le hablaba al grupo yo pensaba, ¿qué pasaría si este cerote me secuestra? En la casa, esa misma noche, o madrugada, volví a escribir la primera escena pensando en ellos. Iba morongeado por el desvelo, pero hubo una química entre mis manos y lo que vi en ellos que no pude parar, en realidad me lo dieron ellos. Quizá si no hubiera sucedido así, habría salido mal.

No es una receta de cocina, definitivamente.   

No aquí. En el cine comercial hay catálogos. Aquí no hay método como tal, y eso lo hace más vivencial.

Cuando un arte nace para ser vendido, debe pensarse en quien lo compra. El mayor porcentaje de nuestro mercado es consumista, sus referencias son el morbo, la vulgaridad sin ninguna estructura, sin ninguna intención, y otros recursos que podrían darle fuerza. El artista termina arriesgando la calidad de su arte con tal de vender, sucede con una parte del teatro, con una parte de la literatura, de la música. Sin embargo, en cuanto al cine, creo por el momento que la situación es diferente. Veo en el mayor porcentaje, un arte libre, con mucha ambición. ¿Cómo se toma en cuenta en el proceso creativo al posible y futuro público? Lo pregunto porque no toda la poesía se escribe para ser publicada, no toda narrativa nace con la intención de ser leída más allá de la hoja en blanco o del computador de quien la escribe, no toda pintura pisa una galería. Pero una película no tiene otro fin que una sala de cine.   

Bueno… si vemos que el fin es el cine, reducimos las probabilidades de difusión. ¿Quiénes van al cine acá? La mayoría es la mara que va a centros comerciales, que no será ni el cinco por ciento de los guatemaltecos, y de ese cinco por ciento, un porcentaje muy pequeño podría ver tu película. Entonces el cine no debiera ser la única posibilidad en tu estrategia.

Las tiendas tampoco, te lo digo porque cuando yo busqué “Aquí me quedo”, tuve que darme la media vuelta porque el precio me pareció exagerado, doscientos y pico de quetzales. Si de ese dinero el mayor porcentaje es para el cineasta, se hace el esfuerzo y se paga. Pero estoy casi seguro que es todo lo contrario.

Es tu palabra. Aprovechando te pongo de ejemplo “Aquí me quedo”. El contenido social, por lo que viven ellos dos, Paco y Willi, el registro lingüístico, son recursos que le limitan las posibilidades de público, de modo que el cine no es una buena opción como única posibilidad. Sobre eso hay un porcentaje muy grande que prefiere verlas en su casa, pagar diez, quince pesos en la entrada al mercado o los que van al supermercado, y verla cuando quiera, con quiera y como quiera. Además están arriesgando una cantidad de dinero que seguramente no es significativa en sus presupuestos, quiero decir que no importa tanto si está mal grabada, o si no es buena. Entonces como cineasta buscas opciones como el internet, esos sitios donde suben tu película y el público paga una mensualidad por tener acceso a ellas. De cualquier manera es un riesgo que debes correr.

Que complicado, me pongo en tus zapatos y pienso en este momento que sobre eso el arte, porque le pasa a cualquier arte, debe luchar con esa parte de nuestra idiosincrasia de querer todo fácil. Eso significa que si no estamos dispuestos a pagar lo justo por el arte nacional, y sobre eso buscamos beneficiarnos de una manera ilegal, estamos siendo inconsecuentes con el desarrollo. No podemos pedir que haya evolución si en lugar de apoyar estropeamos. Creo que por lo menos no deberíamos comprar películas nacionales pirateadas. Regresemos al teatro, ya de alguna manera lo dijiste entre líneas, pero te lo pregunto para entenderlo mejor ¿tenés alguna teoría de porqué a la mayoría de nuestros actores de teatro, hablo de los buenos, les cuesta adaptarse al cine?

Sí, mira, la ventaja de la piratería es la difusión, definitivamente, no hay un medio más efectivo para eso que la piratería.

Claro, pero con difusión no retribuida no puede vivir el arte, de hecho si no hay retribución se muere cualquier trabajo: abogado, guardia, enfermera, tendero, agricultor, prostituta, no importa qué.  

Definitivamente, a menos que tengas un mecenas. Ahora con la última pregunta, la de los actores; depende. El actor de teatro, sucede más con el actor recién salido de la escuela, tiene una técnica que en el cine no funciona. Hay que entender que son géneros distintos, como la poesía y la narrativa, como el surrealismo y el cubismo, y estoy casi seguro que en sentido inverso ocurría lo mismo.

Explicálo, por favor.

Sí, que si un actor de cine con poca experiencia, eso significa con pocos recursos, incursiona en el teatro, es muy probable que le pase lo mismo, que no funcione. Varios actores de muchísima experiencia, actores de teatro, tienen la capacidad de adaptar sus recursos al teatro o al cine, no importa. Todo dependerá de cómo los maneje el director, porque como mencioné anteriormente, si el director no reconoce una buena actuación o una mala actuación, meterse mucho o meterse poco, seguramente dará malos resultados.

El manejo del espacio en el cine, de hecho de cualquier otro recurso, es muy abierto. ¿Es esa maleabilidad la que permite lograr dimensiones y sensaciones más cercanas a la realidad que se añora?

No la comprendí.

Bueno, creo que el manejo de los recursos en el cine es más abierto, que existen más posibilidades de buscar lo exacto, de hacerlo de una u otra manera. La pregunta es que si esa maleabilidad permite que se logren realidades cercanas o la realidad misma que se añora. Porque al final como espectador cuando una película te atrapa, es porque te identificaste con la historia o con un actor, y vivís oníricamente, por decirlo así, una experiencia que en la realidad no podrías, o no te atreverías. Por ejemplo, en el teatro ves la obra y la disfrutas si es buena, pero siempre la desligas de tu realidad, la ves como algo ajeno a vos aunque haya crítica, aunque identifiques comportamientos, patrones de carácter similares o iguales a los tuyos. En una película puede no haber nada igual a tu vida, que de todos modos te quedas viéndola porque vivís un rato fuera de vos. 

Te ayudan dos cosas. El cine te permite acercarte enseñándote o revelándote, la historia desde cualquier perspectiva que se le ocurra al cineasta, y eso ayuda a potenciar el efecto de realidad en el espectador. Dicho de otra manera, en el cine no estás limitado a lo único que la butaca del teatro te permite. En el cine podes ver lo que le sucede a dos fulanos desde lo alto de un árbol, o ver específicamente la reacción en un ojo, o en una mano. En el teatro eso sería el juego de luces, la oscuridad en el resto de la sala y el rostro del actor iluminado, aún así el actor debe exagerar sus expresiones para que impacten y atrapen al espectador. La otra es la tecnología, lo que vos ves como resultado de una cámara fotográfica o de video, tu mente lo registra como el pasado y se asombra de poder viajar en el tiempo. El teatro es presente, lo que viste lo viste, y lo que entendiste impacta en ese preciso instante. Lo que se te fue nunca más volverá a suceder igual, por un montón de circunstancias, no precisamente de los actores, si no tuyas. El cine puede con mayor facilidad, superar esas dificultades, entonces es de alguna manera más fácil para vos como espectador. Es un resultado similar con la literatura o la pintura. 

Claro, me ha sucedido que veo una pintura que me impacta, por su técnica, por sus colores, por la perfección de sus trazos. Pero de pronto me descubro pensando, si conozco un poco de la historia, en lo que vivió el artista, su contexto histórico, y eso es viajar en el tiempo. Pasando a la parte técnica ¿qué tan importante es el guion? ¿Es esa una batalla de guionistas contra el resto del cine que no terminará nunca? Lo pregunto porque el guionista a través de sus sindicatos, de casos particulares como el de Guillermo Arriaga con Iñaritú, pelean porque se reconozca como base o punto de partida, el guión literario.  

No te sabría decir mucho al respecto. Lo que sí sé es que en ese cine, te lo explico en términos generales, el productor escoge un guion dentro de un banco de datos, cuando lo encuentra lo compra. Luego buscan un director que se adapte al guion, un director que esté de moda o pueden ser otros factores. Entonces el productor decide qué historia comprar y a qué director contratar. Si la historia es buena, la película tiene ganado el primer paso. De allí para adelante son otros cien pesos.  

La experiencia de trabajar con quienes no son actores, ¿es acaso experimental?

Al principio es experimental. Ahora creo tener un método y sigo cierto proceso con actores no actores. Siento que puedo manejarlos bien. Sin embargo puedo decirte que no es cualquiera. El actor no actor debe tener ese carisma, esa habilidad que descubrís cuando está frente a la cámara. El Gordo, por ejemplo, es un artista, pude trabajar con él fácilmente. Lo mismo me sucedió con los dos personajes de Pol, lo mismo me sucedió con Andy.


La cultura le da peso, fuerza y herramientas al artista. No basta con el manejo de la técnica. En general, no habló específicamente del cineasta, ¿en nuestro país el artista se preocupa más por la ropa que se va a poner, o por lo que lleva en la cabeza y el corazón?

Van de la mano, te lo digo porque la mayor parte de artistas no son buenos vendedores. Tienen mucho talento, pero no son buenos vendedores. Entonces lo único que tienen como herramienta es a ellos mismos. Un artista normalmente, es un dato estadístico, tiene más respuestas negativas en un año que las que una persona de otro oficio puede tener en toda su vida. Y no solo rechazos a la hora de vender, si no que la familia influye de esta manera: “Pero… de eso no vas a vivir.” “¿Ese es tu hobby?” “Eso no lo vas a poder hacer para siempre.” Ese tipo de ataques, de conversaciones negativas con las que un artista crece le van formando un caparazón para esos vergazos, si no sería muy fácil que lo deje de hacer. Ese cobertor es el ego, es lo que protege al artista de todo esto. Entonces el artista necesita reflejar como sea lo que hace, para poder venderse, para que la demás mara lo sepa.

Los premios… sé que hay algo por allí.

Dos, uno fue por escribir una película que no me gusta, que hoy no me convence. Y el otro por un cortometraje que hice a la carrera en la Antigua. Aunque a veces sueño despierto con un Oscar, un Cannes. Y en el fondo no es que lo desee. Normalmente no necesito que un premio corra por el carril electrificado de la liebre para ir tras él, para moverme. He descubierto que cuando caigo en ese rollo es un escape.

No quise enfocar esta charla en “Aquí me quedo”, sin embargo la obra es la obra, y de una u otra manera debíamos terminar en ella. Dijiste en algún momento que era experimental, no en esta entrevista, lo leí en algún lado. Yo sigo creyendo, cómo te lo dije cuando la vi, que es un buen trabajo. ¿Una película con recursos muy limitados es más fácil de filmar, que una donde hay mucha gente involucrada?

Sí y no. Cuando el recurso es limitado potencias lo que tenes, definitivamente. Alcanzas la objetividad más rápido. Cuando tenes un montón de mara estás con mil vainas en la cabeza, eso es muy complicado. Sin embargo no tener ciertos recursos o que los tengas limitados, pueden afectar tu trabajo.  Por ejemplo tener solo una cámara. Yo grabo plano secuencia, o sea toda la escena en una sola toma, arreglándola para no tener que cortar. Pero debo grabarla en otro ángulo para tener más recursos en la edición. Para hacer eso los actores tienen que estar bien ensayados, aun así repetís varias veces. Con más cámaras y camarógrafos expertos, no te pasa eso.

Vos sabes lo que significa el secuestro en una selva como la nuestra. Y aunque es cierto que el guatemalteco tiende a sobre pasar por mucho aquello de “hacer de tripas corazón”, la sátira debía enfrentar un gran reto para ser lo que es: una buena comedia. ¿Tuviste en cuenta eso, o simplemente se fue dando en el proceso?

Cuando vi el primer corte no me pareció que fuera comedia. Yo venía de “Prohibido robar rosas”, y allí al primer minuto te reís. Con “Aquí me quedo” no me pasó eso, la sentía como un drama largo, hasta pensé que era pretenciosa. No me gustaban algunos movimientos de cámara, y el personaje de Paco no me cuadró. Lo primero que sentí fue: “que hueva este cerote”. En algún momento creí que sería más conveniente no seguir diciendo que existía la película. Y quise volverla una especie de mini serie, subirla al YouTube. Sin embargo el proceso de escritura me dejó pedazos estampados en la morra que se basan en un conflicto y que me daban risa. Y ellos están en el secuestro, que en un momento se vuelve el eje principal. Deja de serlo cuando la historia concluye en el cementerio, y luego reinicia con el secuestro.


¿Es una especie de comedia oscura?

Probablemente.

El final definitivamente la convierte en eso. Sé que estuviste un tiempo en Xela andando de uno al otro lado, que escribiste parte de la historia en las locaciones que usaste. ¿Por qué no trabajaste con actores de allí? Supongo que tienen una conexión más fuerte con el lugar.

Yo no me podía ir a vivir a Xela, por eso desistí de los actores principales allá, porque yo quería ensayar con ellos. Y eso significaba que debía irme a vivir allí.

Hay varios diálogos sencillos, pero certeros. Otros, en cambio, la minoría, te lo digo con sinceridad, me parecen exagerados. Claro, no son lo suficientemente fuertes, ni malos, de modo que la película no se cae por ellos. En la literatura normalmente el escritor regresa, y en esos retornos suelen surgir cambios ¿Cómo corregís la obra filmada cuando los recursos son limitados?

Lo quitas o lo cambias de lugar, la edición te puede ayudar hasta cierto punto. En esta película eliminé varias escenas, o pedazos de diálogos, porque sobreexponen, o ya no continúan, o porque estaban de más. Hay una a la que yo le llamo la “Escena perdida”. Es una escena que a mí me gusta mucho, pero en la película sobreexpone. Y se tuvo que ir con pancho, la quité. Me está pasando con “Pol”, te pasa con todos tus trabajos. En “Pol” hay una escena donde discuten varios encapuchados sobre que van a hacer con Pol. Uno de los encapuchados es una niña, Valeria.

Mi sobrina.

¿Tu sobrina? Puta, no lo sabía. Te la voy a enseñar cuando terminemos. Pues ella controla la discusión. En un momento se salé de control, sube a la mesa y patea las cosas de uno de los encapuchados. Ese pedazo es un mate de risa, pero no encuadra en la escena porque Pol está afligida, y ella es el personaje principal, ella es la historia. Cortar duele, casi siempre.

Es parte de la madurez, pasa en la literatura. En la pintura o en la escultura, seguro es algo muy complicado.

Ha de doler cortar una mano y luego injertar otra.

La fotografía es bella, sé que esa palabra suena cursi en nuestro mal habido machismo, pero no encuentro nada más sincero que eso para la fotografía de “Aquí me quedo”. ¿Antes de filmar usaste otro recurso? Te imagino andando por esas callecitas con la cámara al hombro.

La dibujé toda. Necesitaba que los cuadros estuvieran enfocados a ciertas cosas. Si quiero ver el paisaje me alejó, si quiero ver cierta expresión debo acercarme al actor, todo eso lo dibujé. A mí me gusta mucho Xela, pero la historia es esos dos. Cada cuadro lleva implícita una intención. No hice tomas bien chileras por exponer el lugar, sino porque eran necesarias para la historia. En conclusión puedo decirte que la fotografía no es bonita, es efectiva.


Me parece mejor esa calificación. Y no es el único recurso, se conjugan varios más que no solo sustentan, sino que además solidifican a la estructura. Uno de ellos es la música. ¿Pensaste en algo diferente en algún momento?

Sí, cuando la hice me acababan de robar, se entraron a mi casa y se robaron mi computadora, mi disco duro, me hicieron mierda. Se fue muchísima música, mis películas, hablo de las de mi creación. Incluso “Prohibido robar rosas” no estaba terminada, la estaba editando. Allí perdí muchísimo, y uno de todos esos paquetes, fue la música. No creo que vuelva a tener una colección como esa. Le daba play y todo el mundo estaba feliz, la mara le ponía atención. Y lo que tenía pensado para “Aquí me quedo” era algo que ni siquiera sabía cómo se llamaba. Mucha de esa música me la compartieron y no tenía identificación. Sé que la chava es croata, y era una especie de ska balcánico. El momento se revivió cuando conocí en las calles de la Zona 1 al Gringo Loco, que luego se puso el Gringo Moko. Tuvo una banda que se llamó Calimosho. Para ese entonces andaba solo con su guitarra. Yo salí con mi acordeón. Nos topamos en un bar, y entre pláticas empezamos a tocar. Fue bien de ahuevo porque nos entendimos, y cuando salimos del bar seguimos tocando en la calle mientras caminábamos. Enseguida supe que esa era la música que necesitaba la película. También trabajé un poco con Toby Cortéz. El Gordo, Carlos Hernández, que es quien interpreta a Paco, dijo que podía hacer una canción para la película. A mí me gustaba, o estaba enamorado de esa rola de él que se llama “Corazón dolido”. Pero él quiso escribir una nueva. Luego me desquité porque usamos esa rola en Pol. Como a la semana ya la tenía grabada, cuando la escuché se me salieron las lágrimas. Intenté meter “Corazón dolido”, quería que cuadrada, que fuera una parte especial, pero no se pudo.


Regresando al Gringo, vivíamos cerca y cerca estaba un estudio de grabación. Cuando me llamaba para tocarme algo que se le había ocurrido, terminábamos en el estudio, yo pidiéndole al Allan que aprovecháramos a grabar a ese cerote que estaba bien drogado. La música de “Aquí me quedo” llegó en un segundo momento. Al principio trabajé la película y no quedó como yo esperaba. La dejé, me metí en otros proyectos: “La Vaca”, “Capsulas” y un documental en Honduras. Y al regresar a ella ocurrió todo esto de la música. Me advertí que debía ser honesto, que la música debía ir acorde y no lo que en algún momento deseé. Y eso hace que sea la mejor, el hecho de que exprese el rollo, el verdadero sentido de la película.


Sé que el final fue manejado con reserva, que lo conocían vos y los dos actores principales. Que el resto del equipo lo supo poco tiempo antes de ser filmado. Dos preguntas ¿Cómo y en qué momento surgió? ¿Hubo otro final?

Sí, Paco se resbala, huye, cosa que ya habíamos visto en la película. Willy le disparaba, no le da. Lo perseguía. Paco detenía un pick up, le decía al tipo que lo querían matar, que lo estaban persiguiendo. También ya lo habíamos visto. Willy lo alcanza y le dice: «Mano, mano, ¿qué queres? Que te meta el trancazo antes o después de meterte el plomazo», entonces iban otra vez juntos, en la palangana del pick up, trompudos. Y Willy después de un momento de ir en silencio le decía: «Vos no sos tan de ahuevo, ya me aburriste. Te voy a dejar aquí.» «Cómo que no soy de ahuevo. Soy la mera verga, cerote. Soy bien de ahuevo. Lo que pasa es que con un cuete en la morra no funcionó.» Pero eso habría significado meterse otra vez en la historia. Lo que yo quería es que Willy ya no quisiera estar con Paco. Y Paco sí quisiera estar con Willy, que le propusiera ir a chingar, que lo persuadiera para ser su cuate. Willy se iba y Paco repetía la historia diciéndole a cualquiera, «Vos Paco, Claudio, vení, vamos a chingar.» Como que se le pasaba la tenta. Pero estaba convencido, era una salida muy fácil. El objetivo de Paco es sacarse algo, no es algo físico. Esa es la razón de la historia. Cumplido eso, cuando va al cementerio, ya está concluida la historia. Ahora debía resolver algo más complicado. Aparece Willy, su secuestrador. Y fue donde surgió lo anterior. Pero para entender la amistad que se había fraguado entre los dos, debía concluir de una manera totalmente distinta al resto de la historia. Que ya no fuera chingadera, que fuera fuerte. Se me ocurrió en el proceso, me fui a escribirla escondido por allí y cuando se las leí a ellos pude ver en sus reacciones que ese era el final. Se suponía que si iba morir uno de los dos, ese tenía que ser Paco. Pero eso también era predecible. El enlace es la Cusy, Paco la llama, le pide ayuda, entonces es él quien al final causa la muerte de Willy, de quien ya estaba enamorado, no un enamoramiento homosexual, si no de cuates, ya había surgido una amistad entre ellos.   

«Mejor bailemos ―le dice Paco a Willi, se lo dice como suplicando. Ya empezaban a hacerse cuates―. En lugar de estar amenazando, mejor bailemos.» No sé cómo va “Pol”, ojala y pronto podamos verla. ¿Regresa Willi o Paco a ella?

No, ninguno de los dos. Pero en la próximo sí, Paco.

Alguna vez quise platicar con Mendel Samayoa de la piratería. Darle mi opinión hubiese sido un atrevimiento. Dejó en claro desde el inicio que aquello ahoga al artista. Definitivamente es así. Pero partiendo de que no hay leyes, de que las leyes existentes o se ignoran o se manipulan, no queda otra que jugarle la vuelta al perro. Además de que en nuestras latitudes los piratas no se echan al mar para robar, si no para sobrevivir. ¿Se podría buscar la manera, ese canal angosto por donde crucen con pocos roces, ambos, cineasta y vendedor?

Yo creo que los productores perfectos en nuestro medio, serían ellos, los que producen la piratería. No el chavo al que le compras en la entrada del supermercado, si no el que le vende las películas a él. Que el cineasta pudiera llegar a ellos, presentarle el proyecto. Si ellos invierten, deben recuperar. Y si ellos tienen el método más efectivo de distribución, el método más efectivo de venta, no seríamos afectados como ahora lo estamos. Algunos son agradecidos, porque el trabajo del cineasta es el pan de ellos, el pan de sus familias. Y hay otras situaciones que han salido de la piratería, que son consecuencia de la difusión. Eso no lo alcanzas de otra manera.
Creo que en este momento, creadores y piratas están a la defensiva. Otro punto es que ellos no viven del cine nacional, eso lo sabemos todos. Entonces si vas a comprar “Aquí me quedo” con el que el cineasta hizo alianza, te va a ofrecer un precio más alto que el que está a la par, con el que no hay alianza. Eso el cliente lo generaliza y probablemente se corra el riesgo de que no regrese. El único que ha estado dispuesto a trabajar de esa manera es el Buki.

¿Qué era Chofo antes de cineasta?

Ya te lo respondí, un ishto cerote que se envició creando y contando historias.

Dijo alguna vez Leopoldo María Panero, que a los cuatro años como no sabía escribir, le dictaba poemas a su madre. Ella los escribía, y en lugar de admirarlos y disfrutarlos, quedaba aterrorizada. En vos ¿cómo le nació el poeta al niño?

Yo desde niño quería hacer una película. Cuando tenía trece años llegó mi primera escuela, fue un programa que se llamaba “La Magia del Cine”. Te enseñaban ciertos efectos, otras dificultades y secretos del cine. Allí fue donde maduré mi deseo de niño. Luego mi papá me compraba revistas de mis películas favoritas, que tenían mucha información de lo que sucedía y de cómo se desarrollaba el proceso detrás de cámaras. Quería actuar o escribir, no dirigir. Empecé escribiendo mis ideas, luego los guiones. No había nadie que me quisiera hacer huevos. Los primeros lectores de esas historias fueron mis padres. A mi mamá le gustaba todo, la contra parte era mi papá, siempre le encontraba algo. Entonces de primero se las daba a mi mamá y luego si me animaba iba con mi papá. Pero al final mi objetivo era convencerlo a él. Aunque mi mamá me preguntaba con escuela si me pasaba algo, porque las historias eran violentas, igual con los dibujos, me gustaba dibujar monstruos. «Son bonitos ―me decía―, ¿pero por qué eso?» Era un chavito, qué le podía contestar, que me gustaba.

¿Y tus padres aguantan con esto, o se lo disfrutan como vos?

Sí se lo disfrutan, pero eso sucedió hasta “Prohibido robar rosas”. Principalmente mi papá, que el cambio le vino con el robo.

Tu robo Hemingwayeano.

Algo parecido. Él inicio a disfrutarlo cuando vio que la mara reaccionaba, y eso pasó con “Prohibido robar rosas”.  

A dónde ha llegado “Aquí me quedo”, ¿Cómo ha sido recibida?

Fuera del país, la presenté en Estados Unidos. Lo malo es que esta mara quería cobrar la entrada. Yo esperaba que llegara público chapín, y vos sabes que si se cobra la mara de acá no va. Al final se cobró quince dólares por entrada, y sí llegaron. Pero no era mi intención, mi intención era ver la reacción de la mara. ¿Fue bien recibida? depende, no podes esperar que todo el público la vea como vos esperas. En un festival en República Dominicana, vi en la presentación de esa película a un tipo que se fue quedando dormido hasta que lo vi babear, literalmente. Pero eso no me hace odiar ni a la película ni al público, si no me obliga a re entender mi trabajo. 

¿Cuándo se estrena Pol?

El 25 de mayo, en el Teatro Nacional. A eso de las cinco en la tarde. Creo que la entrada costará 50 tuquis. Se pueden conseguir en El Duende, con el Buki, en la Pradera en un lugar que se llama Crossroad, Casa del Río en Antigua, y Esperanto Bar en la zona 10.

Lo peor de un suicidio es no morir, porque entonces toca vivir desarraigado; adentro, o dentro, estás al margen, sin posibilidades de vínculos, de lazos, de puentes que acaben con los abismos. Uno se vuelve una especie de paria cuando carga con su arte al hombro, y lo baja de vez en cuando para ver si está completo. La gente que se sienta a tu lado, la que te dice “te quiero”, en el fondo te sabe loco, y la locura aquí no es permitida. El resto, prefiere verte de lejos. ¿Por qué diablos uno se empecina con su arte?

No sé, tal vez la exigencia de lo que haces con vos mismo. Me pasa con los dibujos, con la música. Es una necesidad que a veces ni uno mismo comprende.

Chofo, gracias por tu tiempo, por tu sinceridad, y por no decirle no al Camarote55, por voltear a ver cuando escuchaste el chiflido, ese sonido nocturno de lechuza.


A vos, buena onda.