Sobre la superficie de este mar, el nuestro,
una gruesa capa de conformismo enturbia el agua, fenómeno social que en este
país acecha entre los vericuetos de nuestras vidas. Rafa
Romero es uno de esos quijotes que de pronto emergen de las profundidades. Con
su “Te prometo anarquía” y la publicación de algunos de sus libros, ha sido
incluido en la famosa lista de personalidades latinas extranjeras “100 Latinos
Madrid 2013”. Esa ciudad, la de las Majas, el Guernica, la Puerta de Alcalá, la
de los varios millones de habitantes merodeando en la Gran Vía, confundiéndose
entre los turistas en Plaza España, es un océano con muchas corrientes donde es
fácil quedar atrapado entre las marejadas del conformismo. A pesar de todo
esto, y de lo que ese reconocimiento
significa, Rafa rechaza, de alguna manera, ese
calificativo que resalta su trabajo entre miles, y decide retornar a ese lugar secreto
donde trabaja arduamente en soledad.
Rafa, has hecho públicos cerca de
doscientos trabajos en “Te prometo anarquía”. No sé cuantos
guatemaltecos hemos publicado allí, pero seguro no somos menos de cincuenta.
¿Cuál era la idea inicial del proyecto?
Sí, falta muy poco para llegar a las 200
publicaciones de escritores y artistas guatemaltecos, exclusivamente. En la
sección “Hermosos forasteros” se han publicado muestras de escritores
extranjeros, pero éstas no están incluidas en las 200 mencionadas; si las
tomamos en cuenta, la cifra queda superada. No obstante, Te prometo anarquía
es un espacio para difundir las letras y el arte emergente de Guatemala, con lo
cual el interés primordial se debe centrar en dicho objetivo: servir de
plataforma, mostrar, exponer lo que se ha estado haciendo en Guatemala en estos
últimos años. La idea inicial era habilitar un blog para publicar a algunos
pocos amigos cercanos y familiares, tomando como modelo el blog español Las
afinidades electivas, pero enseguida decidí ampliar los parámetros, invitar
a más gente y ver si funcionaba. Saber que esa ocurrencia ha llegado a
convertirse en lo que es, después de seis años de vigencia, es algo que me
satisface sobremanera.
Es normal,
pero no común, que el rumbo de un proyecto cultural cambie. ¿En qué medida se
han cumplido las expectativas iniciales?
La naturaleza del
proyecto, desde sus inicios, sigue presente. Lógicamente, con el paso del
tiempo y las exigencias que un proyecto de este tipo requiere, de publicar
autores o artistas poco conocidos, pasé a tomar en cuenta a autores y artistas
de todo tipo, es decir, a darle cabida a quien quisiera, desde totalmente
inéditos hasta aquéllos que ya llevan varios años publicando o exponiendo y son
parte del panorama contemporáneo de las letras y el arte de Guatemala. Dicho en
otras palabras, la lista subió un poco y es algo que le ha servido a Te
prometo anarquía para tener más presencia y más credibilidad en relación
con otros espacios alternativos de esta índole.
No soy amigo
del uso de términos calificativos en otros idiomas, de modo que antes de
hacerte la pregunta, pregunto: ¿Cómo engrana mejor? ¿“Escritores de
subterráneo” o “escritores underground”?
Me quedo con la
segunda acepción: escritores underground.
Muchos de los publicados en “Te prometo anarquía”
somos escritores underground. Espacios como el tuyo son una apertura en
ambos sentidos: conocés y te conocen. De modo que
podría suponerse que es fácil armar una biblioteca virtual, y que no sos vos el
que invita, si no es a vos a quien llegan las solicitudes. Pero el gallo canta
distinto al de la tele. Los espacios son pocos, y cuando un espacio tiene la diversidad de “Te prometo
anarquía”, los textos tienen la oportunidad de ser leídos por muchos. Aun así muchos lo desaprovechan. ¿Qué opinión tenés de esa apatía?
Tenés mucha razón: no es fácil y
normalmente el que invita (e insiste) soy yo. El punto es que es un proyecto
que me apasiona y entretiene, es decir, aún con el esfuerzo, con el tiempo (el
poco que me sobra) invertido y los pequeños baches, no he pensando en ningún
momento en abandonarlo. Creo que soy un privilegiado por poder relacionarme con
tantos escritores y artistas de Guatemala y tener a la mano su obra. Que haya
algunos que desaprovechen esa oportunidad, como bien decís, es algo hasta
cierto punto incomprensible (sobre todo si pensamos en la cantidad de
escritores y artistas nóveles que tocan puertas que, con suerte y
perseverancia, no se abrirán hasta pasados muchos años, como fue mi caso), pero
que tiene muchas explicaciones porque antes de escritores y artistas somos
humanos y el ser humano, vos sabés, es complejo y si hablamos de aspectos
socioculturales que nos atañen o identifican como guatemaltecos, pues ya ni te
cuento. Más que tratar de desentrañar esa apatía, o lo que sea, me interesa
hacer pública la disposición permanente que tiene Te prometo anarquía
para dar fe y promover la obra y las propuestas de quienes así lo deseen.
Sé que el artesano prefiere, como el artista, la soledad y el
silencio. Habrás dedicado mucho esfuerzo y tiempo en construir esa biblioteca
virtual, única en nuestro país. Pregunto, entonces, ¿preferís el silencio? o ¿Nos contarías qué pasa detrás
del teclado?
Sí, bueno, como escritor prefiero el
silencio, aunque más que el silencio y la soledad como tal, prefiero la
comodidad de una atmósfera única (porque es mía y yo la busco y la genero) e
íntima (porque no hay nadie más cerca). A veces, me acompaña la música; a
veces, alguna bebida, depende. Así es como escribo y trabajo en mis proyectos
personales. Ahora bien, lo que sí detesto es el bullicio y las multitudes.
Jamás me verás escribiendo algo en un café, bar o en la calle. Los lugares
públicos los uso para observar y para leer (aunque siempre con audífonos), pero
porque no me queda otra y hay que aprovechar el tiempo.
Me pasa lo
mismo, prefiero la soledad de las noches y la de las madrugadas a un lugar
abierto, donde lo único que puedo hacer es observar. ¿Qué fue primero, Rafa?
¿Te prometo anarquía? O antes de eso ¿ya tenías un nombre con mayúsculas?
Bueno, no sé realmente si tengo un nombre
con mayúsculas y no sé si me gustaría tenerlo, para serte sincero. Soy
consciente de que existe reconocimiento público, pero eso en ningún momento me
hace sentir exclusivo ni ensalzado; agradecido sí, desde luego, principalmente
porque sé que se valora lo que hago y que posiblemente esté acertando en mis decisiones
literarias. De todas formas, creo que si la vida me lo permite aún hay mucho
camino por recorrer y ya se verá lo que me depara el futuro. Haber publicado
varios libros y lograr que Te prometo anarquía sea conocida (y que me dé
a conocer a mí) es un bonito comienzo y tengo que verlo y disfrutarlo como tal.
El punto de inflexión que preguntás se sitúa en el momento en que Te prometo
anarquía empezó a consolidarse y cuando aparecieron mis primeros libros.
Antes de esto, mi nombre era prácticamente desconocido o conocido por pocos,
mejor dicho.
Hay algo con lo que nunca he estado de
acuerdo, y es la publicación en formato libro de textos que todavía no están listos. Mi
razón es sencilla: la literatura entre amigos, principalmente al inicio, es un
arma de dos filos para la madurez del escritor. Los
masajes de los cuales disfruta el ego son, en mucho, adictivos, frenando o
destruyendo el desarrollo del artista; y publicar cuando no se está listo es un
masaje de ese tipo. ¿Publicás
todo cuanto te llega? O, ¿hacés un filtro?
Te explico la mecánica: si yo invito a
alguien lo hago desde el convencimiento (nunca pleno, porque eso es muy
peligroso) de que su propuesta es digna de ser divulgada. A partir de ahí,
tengo que arriesgarme a aceptar, en cierta medida, lo que recibiré para ser
publicado. Para no complicarme la vida, pido siempre más textos o más imágenes
de las que aparecerán, eso me permite tener un margen para seleccionar. Aunque
también tengo que decirte que, por su calidad y presentación, algunas veces
publico la muestra o selección íntegra que recibo. Eso me ahorra tiempo,
decisiones difíciles y trabajo. Lo ideal es eso: que cada uno te envíe lo mejor
porque una publicación, para mí, es como un carta de presentación. Así lo
entiendo. “Éste soy yo y esto es lo que hago”. Entonces, es una cuestión de
confianza y de esperar que lo publicado, desde la diversidad, sea bien
recibido. Por otro lado están los envíos de material o propuestas no
solicitadas. En estos casos sí recurro al filtro de la manera más objetiva
posible y, si la propuesta no es válida, procuro siempre exponer detalladamente las
razones de su no inclusión en la revista. Además, trato de que el interesado o
interesada no lo tome como un rechazo sino como parte de un proceso y de
hacerle saber (sin que ésa sea mi función) que es importante mejorar y seguir
intentándolo, si realmente es eso lo que se pretende.
Aun así, supongo que habrá textos que al
evaluarlos te sorprendieron, por su calidad, por su ritmo, por el manejo de sus
recursos, qué sé yo. ¿Cuántas veces te ha sucedido?
Muchas veces. La verdad es que saber que
en Guatemala hay talento es lo que me motiva a mantener a flote el proyecto. No
digo que todo lo que he publicado me guste, no, pero la idea es ésa: mostrarlo,
porque sé que siempre habrá alguien a quien sí le guste y que lo aprecie. Lo
mejor es que he podido comprobarlo, puesto que hay gente que se toma la
molestia de escribirte y comentártelo.
¿La literatura
fue siempre una posibilidad?
Sí, pero llegó más o menos tarde. Fue una
posibilidad que tuve que descubrir, más bien. Mi caso no fue el del niño de
cinco años que, si le preguntan qué quiere ser cuando sea grande, contesta:
“escritor”. Tampoco escribí mi primer poema a los seis o mi primer relato a los
diez. Yo quería ser farmacéutico y de hecho fui a la Universidad con esa idea.
Entonces ¿Cómo
nació en vos?
A los dieciséis o diecisiete años empecé a
llenar papeles con pensamientos y con poemas (algunos demasiado crípticos,
otros demasiado sensibleros, otros descaradamente plagiados de Vallejo, Amable
Sánchez Torres, Darío, etc.). En Quinto Magisterio, en la clase de Didáctica de
Idioma Español, nos pidieron escribir un poema y me reté a mí mismo para
escribirlo con lo que realmente me saliera y de acuerdo a cómo me sentía en ese
momento. Recuerdo que a mi profesor le gustó y me motivó a que escribiera más.
Durante esos años descubrí que escribir me entretenía mucho y que, al mismo
tiempo, suponía un refugio. Así empezó todo.
La literatura
es un camino difícil, puesto que no es un oficio del que se pueda vivir. ¿Qué haces para sostenerte en un país tan caro?
Sí, uno dice que es “escritor”, pero lamentablemente
uno no puede dedicarse y ni vivir de esto. Yo he tratado (a veces con mucha
suerte) de dedicarme a tareas editoriales, de corrección de estilo,
específicamente, pero no he dudado en ningún momento de trabajar de lo que sea:
repartiendo volantes a la salida de los colegios, haciendo entrevistas en el
aeropuerto, dando clases en academias, atendiendo llamadas internacionales en
centralitas, etc. Los primeros años fueron un poco surrealistas, pero es sabido
que para un escritor toda experiencia es más que bienvenida.
Hay varias causas raíz por las cuales
emigra el humano. De todo ese océano de guatemaltecos que
en el mundo estará regado, la gran mayoría lo ha hecho por mejores
oportunidades de trabajo. La migración cultural, por el arte mismo, no entra en
este tipo, puesto que al artista no le importaría vivir en un palacio o en una
pocilga, con tal de que su arte progrese, evolucione, madure, se acerque, raye
y pise los lindes de la perfección. En la Europa de los años veinte sucedió.
¿Conserva Madrid algo de esta magia para el artista?
Madrid es una ciudad con mucho atractivo,
sin duda alguna. Personalmente, me ha influido mucho, sobre todo en la manera
de ver las cosas y en cuestionarme como individuo. Aquí no soy nadie, en el
sentido de que cuando camino por la calle, no me siento observado ni juzgado.
Tampoco respiro inseguridad ni peligro. Esa invisibilidad y libertad me
facilitan la vida. Además, hay cultura y movimiento por todas partes; tanto,
que es imposible saber qué es lo que está ocurriendo día a día. Supongo que
esto es vital para un artista; aunque en mi caso, no del todo, ya que me siento
saturado y creo que mis preocupaciones como escritor no circulan por esos
caminos. Soy feliz pudiendo salir a observar a la gente a una plaza o tomar
cervezas en algún bar de mi barrio. Con eso, más que suficiente para que se
generen ideas en mi cabeza que luego pueda usar en mi escritura.
Lo pregunté porque esa fama de la que se
ha hecho Madrid, sigue siendo suya aunque su vuelo se pierda en las nubes. Cuenta la historia que es esa ciudad la única en el mundo que juzga
y exige a sus artistas a veces hasta destruirlos. Nos haría mucho bien escucharlo de la boca
misma de un artista extranjero radicado en esa ciudad.
Si te soy sincero, no sabía nada de esa
historia y la verdad es que, como te decía, no soy alguien que esté demasiado
pendiente de lo que sucede con los artistas y escritores aquí. Sería invertir
demasiado tiempo y, para mí, sería como perderlo. Si te referís al gremio
institucionalizado, supongo que sí, que existe esa exigencia y que la crítica
es siempre muy despiadada. Por lo mismo, cuando uno quiere darse a conocer, el
camino es largo y puede que haya que tocar muchísimas puertas antes de que se
abra alguna. Además, de la exigencia, la competencia está a la orden del día.
Con todo, no es algo que me quite el sueño. Lo que tenga que llegar, llegará.
Cambiando de ambiente, vuelvo al inicio. Las llamadas que traen las noticias de los premios
suelen llegar cuando se está entre el torbellino, de modo que toman al
individuo por sorpresa ¿Cómo te sentiste con vos mismo al recibir la noticia de
la nominación en “100 Latinos Madrid 2013”?
Yo había visto algo de esta iniciativa en
FB, pero no sabía muy bien cómo funcionaba. Cuando me enviaron el correo
comunicándome que mi nominación había sido tomada en cuenta para ser parte de
la edición 2013, pues me sorprendió mucho puesto que no soy famoso aquí ni me
veo como una personalidad, para nada. No peco de humildad puesto que no soy ni
una cosa ni la otra. Sin embargo, te deja buen sabor de boca saber que alguien
(o algunos) aquí se fijan en lo que hago, eso es lo más gratificante de todo.
La labor con Te prometo anarquía, el impacto de mis libros en Guatemala
(El elegido, sobre todo) y esa necesidad de mantener ese nexo cultural
con mi país fue lo más determinante para ser incluido y reconocido. Según me
comunicaron, ésas fueron las razones de peso.
No es para menos, Rafa, lo de ese
reconocimiento, si detrás hay un gran trabajo. A demás del goce y de satisfacer
esa necesidad primaria que se vuelve el arte para el artista, ¿qué esperabas de
tu trabajo?
Pues la verdad es que lo único que espero
de mi trabajo es que, primeramente, me satisfaga a mí mismo y que luego, en
algún momento pueda ser leído y valorado. Es decir, no tengo objetivos a corto
plazo porque entiendo la escritura como un proceso, con muchas etapas, baches,
idas, venidas, fallos, descubrimientos, etc. Los libros que he publicado los
escribí mucho antes y así es como me manejo. Si ahora ha habido un
reconocimiento es porque, como decís, detrás hay trabajo y muchos años de
escritura. Con el tiempo he aprendido a disciplinarme un poco y a ser
perseverante.
Lo entiendo igual, eso de que el arte es
un proceso. Y que como en cualquier otro oficio, el que trabaja duro y a
conciencia, evoluciona, y el que no, no. ¿Alguna vez, en las noches de insomnio, cruzó por tu cabeza un reconocimiento?
No, para nada. A lo más que he llegado en
mi insomnio es a visualizar que publico algún libro aquí, en España, que ojalá
se haga realidad algún día.
Y así será, no lo dudo, en parte del camino
resaltan ya las huellas. Madrid es la capital española y una de las tres
ciudades más pobladas en Europa ¿Cuándo y por qué decidís migrar?
Desde adolescente siempre tuve la
inquietud de salir de Guatemala. Me veía estudiando o viviendo fuera. En el
2005 coincidieron varios factores que me empujaron a tomar la decisión de venir
a España: me despidieron de mi trabajo (el finiquito pagó mi boleto de viaje) y
conocí a mi pareja (española), así que por aquí ando desde entonces.
Un primo, Jorge Mario Pérez Guzmán,
estudió en Bilbao, y te conocía. Los amigos de mi
cuadra, que ahora viven allá, te conocen. ¿Cuáles son esos hilos que manipula
el destino para hacer coincidir a tan pocos entre muchos?
Uno nunca se espera encontrar compatriotas
sabiendo que España no es precisamente un destino para los inmigrantes
guatemaltecos, pero siempre hay alguien, ya sea viviendo o de paso. Cuando
estaba en auge la era de los blogs en Guatemala, conocí a Jorge Cabrera. Le
conté que viajaba a Madrid en unos meses y él me introdujo a su círculo de
amistades, algunos de los que aludís en tu pregunta. Con ellos es con quien más
me he relacionado aquí, hablando de compatriotas. Y sí, así como el caso de tu
primo, he tenido la suerte de coincidir con muchos otros guatemaltecos por
aquí, aunque de manera muy breve y esporádica.
¿Es unida la comunidad chapina?
Sé que cada Septiembre hay actividades que
realiza la Embajada de Guatemala aquí pero nunca he asistido a una, así que no
puedo opinar al respecto. Como te decía, el único contacto directo con
guatemaltecos aquí es con los amigos y amigas que conocí a través de Jorge
Cabrera.
Perdón por la muda de tema, regreso
a la literatura. Yo, por lo
menos, aún no he podido romper esa necesidad de los autores del boom. Y aunque
es de autores que pretendo preguntar, me desvío antes a las mal calificadas
escuelas, o tendencias. Una de ellas es este caso, donde continuo perdido. Y es
que no es ni siquiera un movimiento literario, es una actitud individual de
cada escritor en particular, frente a la vida, frente a la literatura misma.
Ninguno aborda la nave desde perspectivas iguales, no hay estilos ni ritmos
parecidos, todo es tan diverso, tan literariamente bien logrado. Y no
encuentro, Rafa, por más que busco, un fenómeno en particular. Fue en casi toda
Latinoamérica, y de nosotros salieron voces eternas. ¿Fue, acaso, lo que el
mundo vivía en ese entonces?
Sí, bueno, el “boom literario
latinoamericano”, a parte de lo que mencionás (actitud del escritor frente a la
vida y a la literatura), también se debió a factores políticos y, más que todo,
editoriales. Europa se da cuenta de que hay escritores (Márquez, Cortázar,
Vargas Llosa, Fuentes, Lezama Lima, etc.) que están creando obras no sólo de un
valor estético admirable sino que incluyen ciertas posturas sociopolíticas y
eso les permite ser publicadas no sólo en Europa sino en todo el mundo. Una
especie de “golpe de suerte”, si me lo permitís, que, ahí viene lo bueno,
permitió que los precursores de ese “boom” figuraran como debían de figurar
(Borges, Onetti, Asturias, Rulfo, Carpentier, Vallejo, etc.), es decir, hubo un
ajuste de cuentas con quienes ya habían iniciado a despuntar, literariamente
hablando. Y todos ellos abrieron la brecha para el resto de autores
latinoamericanos que han ido apareciendo hasta nuestros días.
¿En dónde crees que está la literatura
guatemalteca ahora? Sé que es una
pregunta que genera duda, y para nada es académica, me interesa tu perspectiva.
Pues me gustaría que estuviera mejor
posicionada fuera de Guatemala, ya que, además de los “clásicos” (Asturias,
Cardoza y Aragón, Monterroso, Gómez Carrillo, etc.), sólo han podido darse a
conocer muy pocos: Rey Rosa, Halfon, Liano, etc. Al menos, ésos son los que
puedo encontrar en las librerías de Madrid. Ignoro a quiénes leen en México o
Argentina. Y creo que es un tanto injusto. Aunque también es cierto que muchos
escritores contemporáneos guatemaltecos siguen produciendo pensando más en lo
local, es decir, apuestan por una literatura más personal y menos comercial. No
creo que sea porque queramos (sí, yo me incluyo), sino porque el sistema
editorial es pequeño y los libros no pueden distribuirse a gran escala. Las
opciones son las que hay y, o se aprovechan o nuestros libros no ven la luz,
así de sencillo. Ojalá el panorama cambie.
Claro, y a nivel mundial las grandes
editoriales se arriesgan a perder espacios intentando con escritores
desconocidos. Pero eso no es literatura, tan solo una consecuencia. ¿Cómo
encontraste tu estilo? ¿Qué vericuetos, Rafa, qué lecturas, cuántos textos hay
antes de los que conocemos?
No creo que tenga un estilo definido, por
el momento. En poesía quizás sí, pero es poco lo que he publicado así que es
demasiado pronto para decir algo con certeza. Génesis y encierro, mi
primer libro de narrativa, puede que tenga un poco del estilo que quiero tener
y perfeccionar más adelante. En el caso de la trilogía (El elegido,
Chichicaste, Zánganos), fue un proyecto de experimentación que creo que ha
funcionado más o menos bien y fue escrito así de manera intencional. Mi idea, a
la hora de afrontar un libro, es imprimirle su propio estilo de acuerdo al tipo
de historia. De ahí que puede ser que mis próximos libros sigan siendo
diferentes uno de otros. Lo que sí te puedo decir es que soy muy perfeccionista
y que antes de plantearme una publicación, ha tenido que haber mucha
reescritura y, por supuesto, mucha lectura.
¿Ese lenguaje en El elegido, cotidiano
en esos ambientes, que se hunde en lo soez una vez en cada paso, no es un
recurso fácil de sostener. Para mí es difícil usar un recurso con esa
intensidad sin que se sienta en la lectura un abuso. ¿Cómo lo logras?
Esto que decís no lo tuve en cuenta hasta
que Mishad Orlandini, la editora, Julio Prado y Julio Serrano, quienes
presentaron el libro, lo mencionaron, si mal no recuerdo. Ignoraba que un
discurso así, visto por el lector, se podía sostener y creo que ésa ha sido una
característica para valorar positivamente el libro. ¿Cómo lo logré? No tengo un
método definido, la verdad. Me propuse imitar el habla cotidiana, de la manera
más fiel posible de acuerdo a mis 27 años de vida en Guatemala, y el resultado
fue ése. No había esbozos, no había una estructura pensada. Fue una escritura
bastante espontánea y una búsqueda de una historia pero un poco a tientas. Si
leés Chichicaste o Zánganos, en cambio, notarás que son textos
más pensados, más elaborados que igualmente se sostienen, pero que incluyen
otras perspectivas y recursos narrativos.
Ese lenguaje, Rafa, es un recurso que se
encuentra con facilidad en la literatura actual, la de Guatemala, y muchos
textos se caen. ¿Tiene, El elegido, referencias? ¿Qué lectores chapines
leías?
Pues cuando
empecé a sentir cierta fascinación por un registro lingüístico que reflejara la
realidad de Guatemala (o parte de ella, más bien dicho), fue con Luis de Lión y
con las columnas que escribía Marco Augusto Quiroa. A Marco Antonio Flores lo
leí más adelante, por si te surge la duda. Después empecé a “practicar” en el
blog Mula que es uno; a partir de ahí fue como me planteé la idea de El
elegido y así nació la trilogía. Por supuesto que leí a otros autores
guatemaltecos, pero yo diría que estos dos que menciono pueden ser referencias,
aunque no directas.
Pues si te cuento me confieso: en la familia
hay una mala costumbre, el robo de libros. No puedo excluirme, y ese del Bolo,
el de sus columnas, lo tomé prestado de la librera del tío Tono, el papá de
Jorge Mario. Aún no lo he devuelto, pero ya lo leí, y eso es lo que importa. Me
reí mucho, y con el tuyo también, en varios pasajes, en especial recuerdo el
del parque Los Cipresales. Eran las diez de la noche de un martes cualquiera. Rita,
mi esposa, dormía. Yo leía a la par, en silencio absoluto, y de pronto me pasó
lo mismo que de pequeño, cuando el domingo en la iglesia uno de los muchachos
volteaba y te hacía una payasada que despertaba el incontenible ataque de risa.
Sin embargo lo que viene después, en la casa del Negro, cuando Carmen y los
patojos, ante todo la casa, me bajó a patadas, y esa realidad ―que así es,
seguro― terminó causándome escalofríos. ¿Tiene El elegido vidas
verdaderas como referencia?
No, ninguna que yo conozca. El elegido,
originalmente era un cuento que escribí en Madrid el primer año que estuve aquí
y que después retomé y modifiqué pensando en una novela corta. Lo que sí tiene,
no sólo El elegido sino los dos libros siguientes son recuerdos, escenas
vistas u oídas, anécdotas y nombres de personas y lugares reales pero
igualmente modificados y adecuados según la exigencia de las respectivas
historias que manejo en la trilogía. En Chichicaste, por ejemplo, que es
el más autobiográfico, sucede esto: sí, hay vidas verdaderas como referencias,
pero totalmente alteradas y modificadas. Yo crecí más en la calle que en mi
casa y tuve la suerte de frecuentar varios ámbitos, algunos muy viciados,
inclusive, y gracias a esas experiencias (que fueron muchas) pude recrear lo
que cuento (sin necesidad de basarme en alguien en concreto) e intentar que
parezca real.
Todos somos víctimas de víctimas, nuestros
padres también lo fueron. Lo digo por eso de terminar heredando las taras de
carácter, el manejo inapropiado de las emociones, los miedos asesinos, y todo
eso para lo cual no se aprende si no en la vida. Es una vida de perros la de un alcohólico que
termina como Tolo, la historia lo deja claro, su madre tuvo mucho que ver, y la
violencia descontrolada de su padre. Pienso en voz alta: ¿Nos caería bien
aprender esas partes de la psicología que uno mismo puede aplicar? ¿Valdría la
pena incluirlas en el programa escolar?
Pues creo que sí, aunque no sé si El
elegido sirva como “lectura” hablando en términos escolares y de
aprendizaje. Sé que tu pregunta no va por ahí pero te digo esto porque ha
habido quiénes creen ver en la novela un buen manual de todo aquello que sucede
cuando escogemos “el mal camino”. Y no, los caminos de la trilogía son los de
la ficción y deberían transitarse como tal. Es verdad que hay una realidad
retratada que es dura e innegable, pero de ninguna manera siento que deba encontrársele
una actitud didáctica ni moralizante. Para eso, como bien decís, está la
escuela que podría ser un medio neutral para ayudar al niño/niña a encauzar y
sobrellevar mejor los problemas heredados o causados en sus hogares.
Rafa, si no damos esto por terminado volvemos a
amanecer. De modo que cierro asegurándote que ha sido un gusto. Te agradezco
infinitamente tu tiempo y tu paciencia.
Felicitaciones Renato, excelente entrevista. Nos permite conocer a un Rafael Romero más allá de las letras de sus libros, pudimos conocer sus motivaciones y parte de su proceso creativo.
ResponderEliminarMuy bien lograda.
Gracias Vannia por el comentario. Faltaba más, es Rafa quien se lleva las palmas. Saludos
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